No sé si sea coincidencia, los jungianos dirán sincronicidades, y como yo llevo 1/3 de mi vida en psicoanálisis, escribiré este relato.
Poco antes de cumplir 30 años me encontré mi primera cana. Desde entonces, en la víspera de mi cumpleaños me nace una nueva. Os juro que sólo me he visto 3 y mañana cumplo 33. Y sí, me salió "os juro" al español, pero el resto del relato lo conjugaré con "Les".
Hace unos días soñé que veía mi pelo desde otra perspectiva, era yo en versión diminuta, observando mi pelo en gran resolución y contaba absorta la cantidad de pelos blancos. 1, 2 y 3. Nos os miento (ups! de nuevo).
En este momento, mi locura pasó de la neurosis de contar las canas, al tipo de sueños que tengo. Sí, son bastante nítidos y surreales. Muchas veces me levanto cansada de haber vivido una realidad paralela. Me levanto, vuelvo poco a poco. Perinola y la rutina me anclan a tierra.
Y por esta personalidad que tengo, decido pasar mi día 12.050 como Helena Gil, en el Museo del Prado, para contemplar al Bosco.
Con 33 años y 3 canas me voy a ver el tríptico flandés. A contemplarlo como lo hizo Felipe II en su lecho de muerte, supongo que para calmar sus inquietudes existenciales, como yo. Él con 71 años y con muchas más canas, por supuesto.
Este retablo me enloquece, y la locura y yo tenemos una relación especial. Pero digamos que me llega al alma, me calma, me da paz. Mi vida está en ese tríptico. Incluso me atrevería a decir, que la existencia de todos los que hemos venido a tierra a experimentarla, está ahí, representada.
1, 2 y 3 y cumplí 33, y es por estos años que comparto esta reflexión:
1, 2 y 3, pasado presente y futuro. 1, 2 y 3, Paraíso, tierra e infierno.
Nos contamos la historia de manera lineal, de forma espacial. Como si primero,
en un tiempo PASADO, estuvimos en un lugar llamado PARAISO y por nuestras acciones sentimos CULPA. De ahí pasamos al PRESENTE, la tierra, y por esa culpa sentimos MIEDO a un FUTURO de un INFIERNO castigador.
Así que nos volvemos locos tratando de dibujarnos dentro del jardín de las delicias, atrapados en el 1, 2 y 3, de un pasado, presente y futuro. Balanceándonos entre la paz del ahora, la culpa del pasado y el miedo del futuro.
Mis experiencias me llevan a pensar, que no existe el 1, 2 y 3. Que todo ocurre al mismo tiempo, que el paraíso y el infierno se sienten en los vaivenes de un continuo presente. Que todo se encuentra dentro de nosotros, y se experimenta en una realidad física llamada Tierra.
1, 2 y 3 sólo sirve para contar. Como yo les cuento esta historia.
(os juro -ups de nuevo- que esta foto me la tomaron sin planearlo, sin saber que el que sale delante es mi querido Felipe II. Se los dije -ahora sí- creo en las sincronicidades)
Cuando tenemos miedo, sentimos los tonos oscuros del tercer tramo del tríptico. Cuando vibramos alto, llenos de amor y de paz, flotamos en el primer tramo. Y en este juego, en esta escuela, nos balanceamos, como los castillos rosados del Bosco, en el centro de la pintura. Dibujándonos constantemente, con distintos colores, y qué mejor representación que con el color del renacimiento flandes.
1, 2 y 3, las tres partes me parecen bellas
1, 2 y 3, gracias por estas canas, se me han decolorado de tanto dibujarme en la vida
... y cuando te hablo de la vida, te hablo del Jardín de las Delicias.
1, 2 y 3 porque la vida es un juego
Helena Gil
(Ps, a mi profesora Carola Aldana, si llegas a leer ésto, te doy las gracias por introducirme, como lo hiciste, al mundo de la Historia del Arte)
1 comentario
Muy bueno !! guaooo , creo que como madre te estimule muchìsimo desde que estabas en mi vientre ….jeje